Luego crear el espacio idóneo y reunir los elementos necesarios.
Es ir dándole forma al cuadro tal como si fuera un lienzo.
Y una vez creada la superficie, es cuando comienza el diálogo con las piedras, la unión entre lo que ellas dicen y representan con lo que encuentras tú en cada una.
Has llegado a una especie de simbiosis y lo que estaba suelto se ha transformado en una idea nueva. Un conjunto que dentro de lo previsible es hallazgo para ti mismo. Con sus picos, sus prominencias y colores. Relieves.
Luego, cubres los recovecos vacíos entre unas y otras para que se haga una…
Hasta que el fin… lo integras todo en ese lugar en donde lo intuías.
Y es entonces cuando piensas que la naturaleza se te ha regalado para ser parte de ella y ella de ti.